A escuchar.
Toda nuestra actividad gira alrededor de algo aparentemente tan sencillo pero tan profundo como escuchar. De hecho, la principal demanda que realizan las personas que llaman al Teléfono de la Esperanza es “ser escuchado”.
Cada día crece el número de personas que reconocen que tiene problemas para comunicarse con su pareja, sus padres, sus hermanos, los hijos, los compañeros de trabajo… Este sentimiento de falta de auténtica comunicación se debe, en gran parte, a que no se sabe escuchar a los demás.
A escuchar se aprende en la familia; y este aprendizaje es tal que, si una persona no se ha sentido escuchada y valorada cuando era niño, difícilmente escuchará de verdad cuando sea adulto. Es más: muchos expertos sostienen que la carencia de una escucha de calidad en la infancia es el origen de trastornos psicológicos en la adultez. La incomunicación también suele estar presente en suicidios, casos de alcoholismo y otras drogodependencias.
Cuando una persona sufre una crisis emocional, solo con el hecho de compartir aquello que le causa sufrimiento y desahogarse con alguien que no le juzga, efectivamente se ‘des/ahoga’ y experimenta una liberación interior, porque las penas, compartidas, ‘pesan’ menos. La buena escucha es terapéutica.
Si la escucha ha sido activa, de manera que la persona escuchada se ha sentido acogida y el escuchador ha sabido encontrar las palabras precisas y cálidas para formular las preguntas oportunas que abren la inteligencia, la persona escuchada puede repensarse las decisiones que deba tomar en su vida.
Cuando una persona nos dedica su tiempo y nos escucha sin rechazo, sin interrumpirnos cuando lo que necesitamos es hablar, prestándonos su atención, entonces nuestra autoestima se refuerza y nos sentimos capaces de encarar los problemas.
La escucha activa también produce efectos beneficiosos para quien sabe escuchar. Dominar el arte de la escucha ayuda a crecer como persona. Porque implica estar en disposición de aprender, y para ello es necesario liberarse de prejuicios. El buen escuchador desarrolla el sentido de la humildad. Quienes piensan que todo lo saben, los engreídos, no escuchan.
En este sentido, Francesc Torralba, catedrático de Filosofía en la Universidad Ramón Llull, sostiene que “deberíamos escuchar, sobre todo, a los que piensan distinto, a los que creen en otro dios, a los que viven de un modo radicalmente diferente al propio. Todo ello nos traería un conocimiento más profundo del ser humano”.
Por otra parte, una sociedad que se vanagloria “del bienestar” a los que estaría más obligada a escuchar sería a los más vulnerables. “La escucha tiene valor moral cuando es una acto sin interés. Si solo escuchamos a ricos y poderosos, ¿qué valor tiene la escucha?”, se pregunta el profesor Torralba, quien concluye: “Hay que escuchar a quienes nadie desea escuchar: a los que cuentan sus vidas rotas, a los que sufren soledad o el asco de existir. En ocasiones, no piden nada más, solo un oído amable”.
Con este objetivo, el Teléfono de la Esperanza quiere contribuir a la mejora de la salud emocional de las personas, poniendo a su alcance un servicio cualificado y gratuito de orientación telefónica. Funciona las 24 horas, los 365 días. Está atendido por voluntarios especializados en la escucha y formados para activar las capacidades de las propias personas para superar sus problemas.
Con 42 años de vida, el Teléfono de la Esperanza es miembro fundador de la Plataforma del Voluntariado de España y es también miembro de IFOTES (Federación Internacional de Servicios Telefónicos de Emergencia) y de IASP (Asociación Internacional de Prevención del Suicidio) y, a través de éstas, está vinculada con la OMS (Organización Mundial de la Salud).
El Teléfono de la Esperanza tiene centros en España, Portugal, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Honduras, Perú y Venezuela; y está presente en República Dominicana, Nicaragua y Costa Rica. También existen centros en Suiza y Reino Unido como recurso de ayuda para el numeroso colectivo de hispano-luso hablantes, y están proyectados otros similares en Estados Unidos y Francia.
Artículo enviado por: Fernando Alberca Vicente. Director de comunicación de Teléfono de la Esperanza en España
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